Tripulando libélula de acero,
señor de la tormenta y del torrente,
por las pampas etéreas del Oriente
cabalga Joe, vengativo y fiero.
De pronto en su visor, ojo agorero,
se retrata el bullicio de la gente
y, abriendo del averno el grifo hirviente,
sembró la nada y respiró altanero.
Un sol de muerte rebotó en la cima,
una nube de sangre tiñó el viento,
pero no acabó el mundo en Hiroshima.
mientras quede a la tierra su corteza,
la vida dormirá por un momento
y otra vez a empezar, Naturaleza.